TRES VIAJES Y UNA CANCIÓN
Tel Aviv-Golán (17.7.2009) Madrid-Cáceres (11.08.2009) Barcelona-Boston (31.8.2009)
Tel Aviv-Golán
Me alejé al norte separándome del bullicio de la ciudad, que es un viejo amigo que habla sin escuchar, ríe y se queja. Cambié una silla, los “buenos días” de la vecina, y el gato de la escalera por un coche, un amigo y una carretera. Puntual, tan pronto salimos de la ciudad, el paisaje nos obsequió con la compañía de una mañana nueva, distinta de la que saludé en la avenida Rotschild al salir de casa; y el ocaso de la tarde en la carretera, nos prometió tantas rutas como deseáramos, invitándonos a volver infinito nuestro viaje. Veloz, el coche iba dejando caer en la autopista parte de nuestro silencio. Un pájaro cruzó el cielo sintiendo envidia de la rapidez con la que podíamos recorrer el paisaje sin tener que abandonar el suelo; y cuando la luz cayó por uno de los lados del horizonte la noche nos descubrió su secreto: no es una oscuridad gris rota por algunas tímidas estrellas, la noche es una nada profunda de la que emana un júbilo de luces inagotable, una eternidad de incombustibles excusas para siempre alzar la vista al cielo. Llegamos al Golán y una familia nos invitó a la cena de shabbat en un kibbutz. A nuestra derecha un monte sirio, a la izquierda las luces de un pequeño pueblo libanés.
Madrid-Cáceres
He cambiado el monótono avión por un tren. De una forma más aprehensible evidencio el espacio que separa mi origen de mi destino: vivo a lo largo de la marcha cada uno de los destinos que no he sabido escoger.
Asiento 121-ventana. Mi asiento se encuentra de espaldas al recorrido. Desde mi ventada puedo contemplar como el paisaje, en una desesperada nostalgia, huye veloz en sentido contrario a la marcha. El paisaje conoce todo lo que trama el recorrido, yo no: libre de prejuicios saludo lo que acontece a mi vista y gozo del privilegio de poder despedirlo. En mis ojos viven más intensos el amarillo de los campos y el trazo de los caminos que desembocan en alguna lejana nube. Las horas que pasan ennegrecen el verde de los alcornoques. Algo arde en la delicada línea del horizonte. Pronto la oscuridad engullirá por completo la silueta del paisaje, y en su radiante luto, reinará entonces la luna este ámbito de ausencias.
Si hablo de este paisaje es porqué contemplo su curso, porqué lo he visto llegar e irse; escribo porqué es la única forma en la que puedo detener esta belleza, sin detener mi marcha...
A veces la vida te coloca en el asiento 120-ventana, clavas tu mirada en tu destino y el paisaje desemboca inagotable en la ilusión de tus ojos. Otras veces te encuentras en el asiento 121-ventana y sólo observas como aumenta la distancia con el inicio, entregado a una marcha y a un recorrido que desconoces.
No sé a dónde voy. Desconozco qué me depara el azar de las próximas semanas, meses o años. Estoy en las puertas de un nuevo momento y al igual que desde el asiento 121-ventana ahora únicamente comprendo aquello que despido.
DIARIOS DE VIAJE
Travel Diaries
[Texts by Moisès Fernández Via in Spanish]
Creative Commons Attribution Non-Commercial 3.0 Unported License.